Porque este rincón fue tu olvido, mi olvido, el olvido

viernes, 3 de diciembre de 2010


Periplo odiseico

A una distancia cósmica de tus ojos verdes circundados de leche, la vieja estirpe de las Euménides azota mis sentidos y el vértice final de la vida gime desde el fondo de su  cueva fantasmal.
No he conseguido nada subiendo mi mirada desde tus caderas ni jugando con los pliegues de mi vestido pintado de púrpura. Mis cabellos en la sombra me recuerdan a la terrible Gorgona que sigue latiendo en mi pecho sintiendo aún, en espera de Perseo, su corazón, el mío.
Y es una distancia sembrada de estrellas fugaces y nubes que lloran amargando, inundando cada lago, nublando cada luz palpitante de un sol abrasador.
Nada ha sido, la nada ha sido el puerto de embarque, el puerto en el que amarró mi barco navegando a la deriva en el extensísimo océano de mi conciencia. ¡Una isla!... un espejismo y de nuevo el silencio susurrando silbidos de sonora sonrisa… Alguien ama a lo lejos y a lo cerca…
Disperso los sueños, los esparzo, los reparto. Bonito vaivén de deseos, bonito destino encerrado, bonito fin de mi peregrinar incierto.
Un barco pirata ataca mi flota repleta de hoplitas, y de centauros, derriban mi mástil con mi sábana blanca y el cofre pandórico lo dejan al descubierto: no hay oro, no hay monedas, no hay nada.
Oigo sus cantos, pero no me envuelven. Oigo el chocar contra mi barco que, finalmente, cae del extenso mar.
Un distancia atlántica que me abriga hasta las orejas.
Nada es la respuesta a todas tus preguntas. Nada es la razón, nada la pureza, nada la mentira, nada tú, nada yo tampoco, incluso menos. “La nada nace de la nada”.
Agonizante un suspiro alado abandona un cuerpo cercano; una mano toca la lira a escasos centímetros de mis manos; una ilusión acaba de resquebrajarse en el principio de los tiempos inmemoriales. Un exorcismo echa a un demonio; una epilepsia acoge a un dios y Pan me sorprende en el clímax de la siesta.
Borreguiles infantes e infantas “bebean” al compás del trombón vocal de un pastor-cabra y a lo lejos unas muchachas penetran en el agua, pero…
Encadenada a una roca de nada me sirvieron tus fábulas con sus personajes animales: la hormiguita, el gorrión, el burro y el erizo. ¿Y el búho insomne?
Corta la distancia estrecha, gruesa la distancia larga: la clepsidra sigue perdiendo agua, el mar océano la gana.
Una barquichuela aventurera, un Heracles guapetón y las hojas de una Yolé enamorada. Desembarca el apuesto: apuesto dinero a que le faltan ilusiones.
Arranca unas hierbas, escupe su chicle, se limpia los dientes: más de campo que el pastor con sus ovejas.
Una lapa a mi lado me guiña un ojo: hoy al menos he ligado. No está mal, mejor lapa pegada que Odiseo perdido (perdón, aventurero)
A la nada me mandaste. La nada me pediste que buscara, y sé que los pretendientes asolan mi palacio, gastan mi dinero, cortejan a mi Penélope.
¡Volveré! (como quien dice “moriré”: no sé cuándo, ni cómo, ni con quién…)


Sandra López
Hace siglos...

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